Producción es una palabra que nos hace pensar en grandes recursos, logística, organización de personal y equipo, pero que en un cortometraje tan autoproducido como éste se reduce básicamente a ir al carrefour y a los chinos a comprar atrezzo y útiles. Hay una escena en la que el protagonista se coloca unos guantes en la cabeza, para que no se le caigan pelos, como los cocineros. Es lo más barato, accesible y menos aparatoso que tiene a mano. De hecho, también se los pone en las manos (por aquello de las huellas) y los pies (por lo mismo). Es de estas veces que escribes mientras evocas la imagen en tu cabeza de un guante estirándose infinitamente cual condón anal.
La solución, como siempre, trucar. Aunque prefiero mil veces la palabra falsear. Dos guantes empalmados con un pegamento especial para látex. Irreales a simple vista, sin estirar, pero sólo los mostraremos cuando se estén dando de sí. Prometo fotos de esta apasionante aventura.
De momento, segundo 10 del ensayo. Cutre, pero es un ensayo.
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